En este post nos hacemos eco de un interesantísimo artículo del periodista Kris de Decker donde se plantea esta provocadora cuestión y defiende su planteamiento en favor de tal limitación. Kris de Decker es periodista freelance especializado en cuestiones energéticas, tecnológicas y medioambientales, confundador de las revistas Low-Tech Magazine -donde se publica este artículo- y No Tech Magazine (Low-Tech cuenta con versión en castellano aunque no actualizada).
Como afirma Pedro Prieto, quien ha traducido el artículo para el blog Crisis Energética, «se trata de un artículo que trata bastante a fondo la lucha permanente entre los tecno-optimistas que siguen creyendo y confiando en que las mejoras en la eficiencia energética podrán solucionar y solventar cualquier problema al que se tenga que enfrentar nuestra sociedad y los que entienden que en un mundo finito hay límites que no hay mejora de la eficiencia energética que pueda compensar frente al crecimiento desbocado que impone el capitalismo».
Cuestiones como el consumo total de energía por parte de Internet, el reparto de ese consumo,… son tratadas en este artículo del que a continuación ofrecemos un resumen:
¿Cuánta energía consume Internet?
«¿Cuánta energía consume Internet?». Esta es la cuestión inicial y punto de partida clave para poder plantearnos posteriores análisis. Ante ella, De Decker reconoce no existir una respuesta definitiva: «nadie lo sabe», pues los informes que se vienen realizando son siempre parciales sea porque solo analizan una parte de la infraestructura (se viene poniendo el foco principalmente en los centros de datos aunque, afirma el autor, «se consume más electricidad comparativamente en los terminales o dispositivos finales, en la infraestructura de la red y en los procesos de fabricación de servidores, dispositivos terminales y de red»), sea porque los datos cambian muy rápidamente de un año a otro, sin olvidar las posibles tendencias interesadas de quienes encargan o realizan los estudios.
Asumiendo esta cuestión, De Decker toma el que considera el informe «más reciente, completo, honesto y transparente sobre la huella total de Internet», un estudio de Corcoran y Andrae de 2013 titulado «Emerging trends in electricity consumption for consumer ICT«. Este estudio afirma que en 2012 la red global de comunicaciones consumió 1.815 Twh de electricidad, lo que equivale al 8% de la producción total de electricidad mundial de ese año. Para hacerse una idea de lo que esa cifra supone, De Decker utiliza el siguiente simil: «Si tuviésemos que alimentar Internet (en 2012) con generadores eléctricos a pedales, cada uno de los cuales pudiese producir 70 vatios de potencia eléctrica, necesitaríamos 8.200 millones de personas pedaleando en tres turnos de 8 horas los 365 días del año».Y añade que las energías renovables no podrían haber suministrado por sí solas toda esa energía pues esos 1.815 Twh «suponen tres veces la electricidad que suministraron todas las plantas de energía eólica y solar del planeta en 2012» (otra cuestión, añado yo, es que esa producción podría ser mayor si se invirtiera decididamente en ella).
Según las estimaciones de Corcoran y Andrae, esta demanda de electricidad podría, en el peor de los escenarios, llegar a duplicarse en tal solo 5 años, es decir, ya para 2017, incluyendo ya incluso las nuevas mejoras en eficiencia energética (sin dichas mejoras el consumo se duplicaría cada dos años).
Dispositivos móviles y el vídeo online: las claves del consumo
De Decker continúa su exposición afirmando que este aumento de demanda no se debe tanto al incremento de usuarios en la red como a la intensificación del consumo por parte de cada usuario, vinculado a dos factores principales: la migración creciente hacia dispositivos móviles (que aunque en principio suponen un menor consumo eléctrico en su producción y durante su operación esta ventaja se ve neutralizada y superada por el uso intensivo que estos dispositivos hacen de la computación en la nube) y el aumento continuado del tráfico de vídeo en la red. Sobre el primer punto, el autor expone cómo el método energéticamente más eficiente de acceder a internet es a través de conexiones alámbricas, seguidas por poco por accesos vía wi-fi. Pero cuando hablamos de conexiones 3G y, sobre todo, 4G, el consumo se dispara, y estas últimas crecen exponencialmente (se estima que una conexión 3G consume 15 veces más que una conexión wi-fi y si es 4G, 23 veces más; y no olvidemos que los ingenieros están trabajando ya en el 5G, aún más rápido pero también más devorador de energía). La portabilidad también ha supuesto un mayor tiempo conectados a la red, por lo que el consumo también ha aumentado unido la mencionada expansión de los dispositivos móviles. La tendencia, por ejemplo, a llenar los tiempos muertos con el uso de conexiones a través de nuestros smartphones supone una intensificación del consumo energético. «El resultado es más uso de energía, desde los propios dispositivos móviles y (mucho más importante) en los centros de datos y en la infraestructura de red. No olvidar tampoco que llamar a alguien utilizando un teléfono móvil avanzado cuesta más energía que hacerlo a través de un teléfono alámbrico convencional», concluye De Decker.
Respecto al segundo factor, el incremento continuado del porcentaje de tráfico de vídeo en la red en detrimento del texto, el autor recuerda que «el consumo de energía aumenta con cada bit de datos». Así, si en 2012 el tráfico de vídeo en la red representaba ya el 57% de todo el tráfico, para 2017 se estima que alcance el 69% (un 76% para 2018 según las estimaciones que maneja Greenpeace y que glosábamos en otro post).
Si combinamos ambos factores, el principal devorador de energía es el tráfico de vídeo a través de conexiones 3G y 4G. Y, como afirma De Decker, «este es exactamente el que tiene el mayor aumento en la cuota de tráfico. Según el último Cisco Visual Networking Index, el tráfico de vídeo móvil crecerá un 72% del total de datos móviles en 2019».
¿Ahorra energía internet?
¿Ahorra energía internet? El autor dedica parte de su artículo a cuestionar hasta qué punto son ciertas la afirmaciones -respaldadas supuestamente por algunos estudios- de que el desarrollo del mundo online están suponiendo una reducción de consumo energético frente al mundo offline (referidas, por ejemplo, al menor impacto que tiene una videoconferencia sobre el desplazamiento por transporte aéreo de las personas o la distribución de contenidos digitales frente a la fabricación y distribución de esos contenidos en soportes físicos). De Decker pone varios peros a estos estudios empezando por cuestionar cómo se calcula la energía que Internet consume, pues según se haga de una forma u otra «los resultados varían de 0,00064 a 136 kWh por Gigabyte (kWh/GB), una diferencia de cuatro órdenes de magnitud». Hasta que no se consiga una forma estandarizada de medición, las afirmaciones basadas en ellas de cara a afirmar el supuesto ahorro que internet puedo estar produciendo quedarían en entredicho.
Junto a ello, estos estudios se basan en supuestos adicionales que pueden hacer variar mucho los resultados, como afirma De Decker: «Si la videoconferencia se compara con un viaje en avión, ¿cuál es la distancia del viaje? ¿Está el avión lleno o no? ¿En qué año fue construido? Por otra parte ¿cuánto tiempo dura una videoconferencia? ¿Se realiza a través de una red de acceso alámbrica o inalámbrica? ¿Se utiliza un ordenador portátil o un sistema de alta gama de telepresencia? Cuando se está escuchando música en “streaming”, ¿escucha la canción una o trienta veces? Si compra un DVD, va a la tienda en coche o en bicicleta? ¿Es largo ese viaje? ¿Compra sólo el DVD o aprovecha para comprar otras cosas?». En función del valor que se otorgue a estas variables, el resultado se puede acomodar a lo que deseamos obtener. Por lo que lo realmente interesante sería poder fijar en qué parámetros los servicios en línea pueden ser más o menos eficientes energéticamente que los servicios tradicionales fuera de línea. Y aquí las dos variables claves serían el tiempo y el espacio, la distancia más concretamente: «En línea, el consumo de energía aumenta con el tiempo de actividad. Si se leen dos artículos en vez de un artículo en un medio de noticias digital, se consume más energía. Pero si se compra un periódico, el consumo de energía es independiente del número de artículos que se leen. Un periódico podría ser leído incluso por dos personas, con lo que su consumo de energía se podría reducir a la mitad», afirma el autor. Sin embargo, en el caso de la distancia, se invierte la mecánica: «Fuera de línea el consumo aumenta con la distancia, porque el transporte de una persona o un producto se lleva la mayor parte del total del consumo de energía fuera de línea. Este no es el caso de las actividades en línea, en las que la distancia tiene poco o ningún efecto en el consumo de energía».
A partir de ahí, el autor recoge diversos ejemplos extraídos de estudios donde la clave está en los valores que se otorguen a esas variables: «escuchar en “streaming” 27 veces un álbum de música de Internet puede consumir más energía que fabricar y transportar el CD equivalente. Leer un periódico digital en un PC de sobremesa consume más energía que leer la versión en papel si la lectura del mismo excede de una hora y cuarto considerando que el papel lo lee una persona. O en el estudio mencionado anteriormente sobre las ventajas de hacer videoconferencias, reduciendo la distancia de viajes de participantes internacionales de 5.000 a 3.000 Km hace el viaje de una persona más eficiente energéticamente que la videoconferencia, cuando se utiliza videoconferencia de alta gama».
Y aunque se tiende a señalar que los avances tecnológicos mejoran cada vez más la eficiencia energética, lo cierto es que es precisamente esa eficiencia lo que nos empuja a un uso cada vez mayor de las tecnologías y por tanto a disparar el consumo en un perfecto efecto rebote, generando como resultado un creciente consumo energético en lugar del efecto contrario, como señala el autor. Y a esto habría que añadir otra realidad: el desarrollo de internet en sí mismo ha supuesto un gran empuje para la economía, con lo cual aumentan el tráfico tanto online como offline de productos y servicios, y con ello el aumento del consumo energético en ambos sectores.
¿Poner límites al desarrollo de internet?
«Nadie niega que Internet puede ahorrar energía en algunos casos particulares, pero en general la tendencia abrumadora es hacia un consumo de energía aún mayor», concluye el autor. Y sin otras limitaciones físicas para el desarrollo de internet, el único límite real es el del suministro energético al sistema. De ahí que no resulte tan descabellado empezar a pensar en poner ciertos límites al desarrollo de internet en un planeta finito donde la demanda de energía no deja de crecer.
Como afirma De Decker, quizá no sea tan mala idea pensar en volver a las videotecas públicas en lugar de descargar las películas online, … ¿está usted preparado?
Autoría de las imágenes: Akela999, geralt, Goumbik (Pixabay)