Despedíamos 2017 con la publicación de una nueva edición del informe de la Universidad de Naciones Unidas sobre basura electrónica, que revela que en 2016 se generaron 44,7 millones de toneladas en todo el mundo, 3 millones más que en 2014… y se estima que para 2021 podrían superarse los 52 millones. En una imagen dada por el propio informe, esos casi 45 millones de toneladas de basura electrónica equivaldrían al peso de 4.500 unidades de la Torre Eiffel.
Las causas de este importante incremento, 3 millones de toneladas en apenas 2 años, estarían en dos tendencias directamente relacionadas con las TIC (no con otros tipos de aparatos electrónicos como los electrodomésticos): el aumento en el uso de dispositivos digitales y los ciclos cada vez más cortos con que los reemplazamos.
La buena noticia, si puede haber alguna en este preocupante escenario, es que si en 2014 solo se tenía constancia de que un 15% de esa basura electrónica hubiera sido tratada adecuadamente, en 2016 se habría alcanzado el 20%. Se ha documentado que un 4% estaría terminando en la basura convencional de los principales países desarrollados. El destino del 76% restante se desconoce, aunque es sabido que una gran parte termina en vertederos en países del sur. Desgraciadamente solo 41 países tienen estadísticas oficiales sobre esta materia, por lo que es difícil tener un control más preciso. En la otra cara de la moneda, las legislaciones sobre basura electrónica se van extendiendo, y en 2016 el 66% de la población mundial estaba cubierta por ellas (67 países), frente al 44% en 2014.
A la cabeza de los ciudadanos/as que más basura electrónica generamos seguimos los europeos, solo por detrás de Oceanía, con 16,6 kg por habitante (uno más que en 2014), muy por encima de la media mundial de 6,1 kg. También es cierto que encabezamos la lista de los que más recuperamos esa basura, hasta el 35% (por debajo del 40% documentado en 2014). España sigue superando la media, con 20,1 kg por habitante en 2016 (2,4 kg más que en 2014).
Como pone de manifiesto el informe, esta descomunal cifra de basura electrónica no es solo relevante en términos medioambientales. También lo es económicamente, pues se estima que el valor de esos materiales desperdiciados rondaría los 55.000 millones de dólares, superior al producto interior bruto de la mayoría de los países del mundo… Los beneficios que podría generar una economía circular a partir de estos materiales superaría con mucho esta cantidad, señalan los autores del informe.
Un breve resumen del informe en castellano se puede encontrar en este enlace.